"He conseguido el objetivo de repartir 500 gafas a 500 personas"

El CEO de Óptica Bajo Aragón, Óscar Pérez, continúa su viaje habiendo llegado al ecuador del proyecto ‘El color de las sonrisas’ con la satisfacción de haber repartido el medio millar de gafas previsto. El nuevo objetivo es comprar más para seguir regalándoselas a la gente que las necesite en lo que queda de camino.

21/07/2022

`El color de las sonrisas´ ha dado ya 500 gafas a 500 personas desde la provincia de Capadocia (Turquía) hasta Isfahán (Irán). Tras culminar el primer objetivo, Óscar Pérez, CEO de Óptica Bajo Aragón, se muestra "muy contento" por el resultado, pero ya se ha marcado otro nuevo: "voy a ...

`El color de las sonrisas´ ha dado ya 500 gafas a 500 personas desde la provincia de Capadocia (Turquía) hasta Isfahán (Irán). Tras culminar el primer objetivo, Óscar Pérez, CEO de Óptica Bajo Aragón, se muestra "muy contento" por el resultado, pero ya se ha marcado otro nuevo: "voy a intentar encontrar gafas de cerca, y si las encuentro a buen precio, las compraré y se las regalaré a la gente. Ese va a ser mi objetivo. Porque me siento ahora con las manos vacías".

Es tan o más importante que el propio viaje en sí (cuyo destino es Mongolia), el saber que unas gafas hacen la vida más fácil a cualquier ciudadano del mundo. Se acuerda de aquella mujer mayor del pueblo nómada Kashgai, originario del norte de Irán, que tenía dificultades para separar los granos de arroz buenos de los malos, y de las piedras que se meten en la bolsa.

"A partir de ese momento, en esa tienda de campaña Kashgai, cada noche va a poder estar seleccionando su arroz con esas gafas que les hemos llevado nosotros. Ese es El Color de las Sonrisas", expresa Pérez desde el país persa.

El resto de material se fue entregando en lugares de todo tipo, siempre con la idea de unas gafas por persona. Desde un taller de alfombras en el que trabajaban mujeres; residencias de ancianos; colegios; hogares sociales… en cada lugar, se fueron quedando alguno de los tres tipos de gafas con los que se aprovisionaron. El 80% fueron graduadas para problemas de visión cercana en diferentes graduaciones y en función de la persona, edad y necesidad.

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Esto lo averigua Pérez mediante un test de cerca y una pequeña entrevista que le ayuda a regalar las gafas más adecuadas. "Lo importante es hacer algo fácil y directo: y es que una persona que no puede leer ni coser, y que yo le puedo regalar unas gafas de +3, automáticamente te mira y se alegra. Te pregunta si se las puede quedar, y las cambia por una sonrisa. Ese es el proyecto", recalca.

Porque, por lo general, personas en regiones más pobres de países como los que está visitando no tienen entre sus prioridades comprarse unas gafas. Primero, como explica Pérez, está "comprar la ropa al niño para ir al colegio, o la gasolina del coche, la comida…", por lo que esta iniciativa ya ha solucionado, hasta el momento, los obstáculos diarios de medio millar de personas en el continente euroasiático.

Además, del otro 20% de gafas restantes se dividen entre monturas seminuevas (regaladas por los clientes de Óptica Bajo Aragón) para gafas de lejos, y gafas de sol sin graduar para proteger la vista de "camioneros, agricultores, nómadas…", pone como ejemplo, con el fin de prevenir futuras enfermedades oculares como "cataratas, conjuntivitis, etc.".

Objetivo: Mongolia… o Nepal

A finales del pasado junio, Pérez se encontraba en pleno ecuador del viaje. Los siguientes destinos son Pakistán, donde hará realidad una de las ilusiones de su vida: la ruta de trekking del gondogoro, que finaliza en el campo base del K-2 (en la cordillera del Himalaya). Le llevará alrededor de 16 días y finalizará cerca del pueblo de Hushé, donde regalará el último par de gafas que aún conserva.

"Allí hay una señora que me está esperando, porque tengo sus gafas graduadas desde Alcañiz (Teruel). Ella tiene miopía y astigmatismo (entre 4 y 5 dioptrías). Como yo contacté con ellos porque necesitaba una carta de recomendación de un paquistaní que dijera que yo soy buena persona y voy a verlos, les escribí y me la hicieron", recuerda.

Una vez cumplido uno de los sueños de su vida, intentará cruzar a China, la penúltima etapa antes de llegar a Mongolia. Pero lo ve realmente difícil porque el gigante asiático es, a día de hoy, un país cerrado a cal y canto por la pandemia de Covid. "No pasa nada", adelanta. Tiene un plan B que lo llevaría por la India, y como última etapa, Nepal, desde donde volvería en avión hasta España.

Los valores del mundo

Mientras habla y se mueve, se tambalea un collar que lleva al cuello. Parece un colmillo. "Me lo regaló un taxista iraní, que me llevó al centro de la ciudad, no me dejó pagarle el viaje y, después de regalármelo, me dio las gracias por venir a Irán", se emociona reviviéndolo.

"Esto es lo que yo buscaba en este país. La emoción de las personas. La humanidad", añade. Además, está realizando la ruta con su moto a medias. Desde Turquía encontró un fallo en un sensor electrónico que impide que su máquina arranque de forma normal. Necesita que alguien le ayude a empujar la moto para que arranque en movimiento.

"Voy viajando a empujones", se ríe, y más sabiendo que la pieza que pidió de recambio nunca llegará. Se quedó en Estambul. Pero no le impide disfrutar de tierra persa. Un país del que se ha enamorado encontrando "esa parte de la Humanidad" que no pide nada a cambio.

"Estoy contento de haber decidido venir por esta ruta. Sabía que iba a encontrar gente guay, ya había leído a otros viajeros, y la hospitalidad iraní (que también encontré en Turquía) es una pasada. Llego a la plaza del pueblo, me pongo a mirar a los lados, y la gente me invita a su casa para que no me gaste el dinero en un hotel. Están tan contentos de que el poco turismo que llega, ellos tener contacto, que lo valoran mucho", describe.

La mayor motivación que mueve a Pérez es la de que todo fluya en cada momento, que para él es la "mejor manera de viajar". Así consigue fluir "con los lugares, con las personas, sobre todo, y conectar con el mundo, con la humanidad. Pienso que la gran mayoría de la gente somos buena gente allá donde vayamos".

Una lanza a favor de Irán

Tras muchas conversaciones con ciudadanos iraníes, el óptico-optometrista tiene claro que estos sufren en su vida diaria las malas praxis de sus políticos y, sobre todo, el bloqueo impuesto por Occidente, con Estados Unidos a la cabeza. "Te lo dicen: podría ser un país feliz, y lo es a medias", lamenta.

El contraste entre un sueldo medio de un maestro, que no supera los 200 euros, y la preparación de la mayor parte de la población, que Pérez asegura que tiene al menos una carrera universitaria y habla inglés de manera fluida, es abismal. También, por eso, quiere desmontar las "ideas preconcebidas" que experimentó en primera persona al decir que pasaría por Irán. "Mi familia y mis amigos poco más que me decían que me iban a secuestrar, que me llevase un chaleco antibalas… cual es la sorpresa que Irán es un país en paz, seguro, no hay guerras, talibanes. Pero es que no he encontrado mala gente. La gente es maravillosa. Vale la pena venir para conocerlos", zanja.

Con ese espíritu justiciero impregnado a base de conocer en primera persona, también vivirá el viaje de 2023 que le llevará a él y a su equipo a los campamentos saharauis. Allí, volverán a llevar gafas y, además, unas placas solares para dar electricidad a un colegio. Quizá sea 2024 el año de volver a Irán: "y decirle a todo el mundo que se puede venir aquí de turismo".

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