Bajo el título "situación actual de la hipoacusia en España: desafíos para una mejor salud auditiva", la sesión estuvo moderado por el Dr. Carlos Cenjor, otorrinolaringólogo del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz, acompañado por los ponentes: Dra. Laura Cavallé, otorrinolaringóloga del Hospital Universitario y Politécnico La Fe, de Valencia; Dr. Niceto Gómez, médico de familia y miembro del Grupo de Trabajo de Oftalmología y Otorrinolaringología de SEMERGEN; y Dr. Francisco Morales, médico de familia, y coordinador del Grupo de Trabajo de Oftalmología y de Otorrinolaringología de SEMERGEN.

Según algunos datos expuestos por los participantes, la hipoacusia afecta a más del 10 por ciento de la población adulta, y de ese porcentaje más de la mitad tiene una pérdida de audición discapacitante. De ese porcentaje, el 9%, que equivale a 4,2 millones de personas no están siendo tratadas. En concreto, 2,7 millones de personas están sin diagnosticar ni tratar; 1,5 millones están diagnosticadas pero sin tratamiento; mientras 1,2 millones están diagnosticadas y tratadas, portando prótesis auditivas.

La importancia de la prevención

Como se explicó en dicha sesión, generalmente hasta los 65 años no hay una pérdida auditiva demasiado evidente, pero a partir de esa edad la prevalencia es del 43%, incluida la presbiacusia, es decir, la pérdida de audición asociada a la edad. Se puede decir, de acuerdo con lo expuesto, que uno de cada cuatro mayores de 60 años va a padecer una pérdida de audición discapacitante.

Por otra parte, patologías como las cardiovasculares y sus factores de riesgo como tabaquismo, dislipemia y diabetes, se asocian a pérdida auditiva. Es por ello que "los profesionales de AP han de prevenir la hipoacusia por otras causas que pueden no estar asociadas al deterioro neural de la audición", tal como se expuso.

Tal como explicó el Dr. Morales, al respecto, "mientras unos casos podrán ser resueltos a nivel de AP y otros deberán ser derivados a la consulta del otorrinolaringólogo por mala evolución o por la escasa mejoría, distinguiendo en este punto entre derivación urgente; preferente y normal." "Hay ocasiones en las que, partiendo de la relación del déficit auditivo con el deterioro cognitivo y el desarrollo de demencia, se recomienda valorar la derivación a neurología o a geriatría. También debe considerar esta derivación, incluso, a psiquiatría en caso de trastorno conductual con alucinaciones auditivas asociadas y de difícil control", agregó.

El problema, tal como apuntó la Dra. Laura Cavallé, es que "el paciente no es consciente del problema, sobre todo, en las primeras fases, siendo, por lo general, la familia la que lo percibe antes". Mientras, por parte de los profesionales sanitarios, "el trastorno auditivo suele asociarse a la edad y se subestima en muchos casos, de ahí que no suele diagnosticarse ni tratarse precozmente, tampoco se realizan pruebas de cribado, ni se llevan a cabo campañas de sensibilización", según advirtió.

Las consecuencias de la hipoacusia no tratada pasan, de acuerdo con el Dr. Niceto Gómez por un mayor riesgo de exclusión social; de desempleo y de baja productividad laboral. Incluso puede llegar a producirse un deterioro cognitivo ligado a un mayor aumento de discapacidad y de costes sanitarios. De ahí, como indicó, "la intervención sobre la hipoacusia puede prevenir o retrasar problemas en personas mayores".

Por tanto, desde su punto de vista, "la Atención Primaria es la más indicada para implementar cribados para la detección precoz de la hipoacusia", en lo que también coincidió la Dra. Cavallé que abogó, además, "por una mayor sensibilización tanto por la población como por el sistema sanitario para evitar consecuencias negativas en la salud cognitiva y psicosocial".