La visión es un regulador clave del sueño y los ritmos circadianos. La captura y transmisión de luz al hipotálamo a través del tracto retinohipotalámico estimula la liberación de hormonas como el cortisol y la melatonina, que controlan los ciclos de sueño-vigilia para generar el ritmo circadiano endógeno de 24 ...
La visión es un regulador clave del sueño y los ritmos circadianos. La captura y transmisión de luz al hipotálamo a través del tracto retinohipotalámico estimula la liberación de hormonas como el cortisol y la melatonina, que controlan los ciclos de sueño-vigilia para generar el ritmo circadiano endógeno de 24 horas. Sin embargo, los mecanismos y la direccionalidad de la relación entre la visión y el sueño en su conjunto siguen sin comprenderse por completo. Si bien estudios anteriores han profundizado en la asociación entre la dificultad visual autoinformada y la duración del sueño, ninguno ha abordado los efectos de diferentes enfermedades oculares relacionadas con la edad en otros aspectos del sueño.
A ello se ha dedicado, recientemente, un estudio, publicado en la revista Eye, dirigido por los Departamentos de Neurología, Oftalmología y Epidemiología de la Facultad de Medicina Perelman de la Universidad de Pensilvania, en Filadelfia, y de Oftalmología y Ciencias Visuales de la Universidad de Michigan. El trabajo se centró en la relación entre las medidas de función visual, autoinformadas y basadas en el rendimiento, el diagnóstico de enfermedades oculares relacionadas con la edad y la disfunción del sueño autoinformada.
Para el trabajo se analizaron datos de 3.817 participantes. El grupo de edad más frecuente fue el de 75 a 79 años (32,2%), y el 56% eran mujeres. El 41,7%, el 44,2% y el 26,5% de la cohorte, respectivamente, reportaron dificultades para conciliar el sueño, mantenerlo y usar la medicación.
Además de la visión autoinformada y basada en el rendimiento, los autores del trabajo consideraron otras enfermedades oculares relacionadas con la edad como el glaucoma primario de ángulo abierto (GPAA, que incluía glaucoma de tensión normal/baja), la degeneración macular relacionada con la edad (DMAE), la retinopatía diabética (RD) y cataratas.
Los investigadores pudieron observar que el deterioro visual autoinformado se asociaba con un 40 % más de probabilidades de uso de medicamentos para dormir después de ajustar los factores de confusión.
Asimismo, comprobaron que el deterioro de la agudeza visual cercana y la sensibilidad reducida al contraste estaban asociadas con dificultades para iniciar el sueño en análisis no ajustados, y en nuestros análisis de sensibilidad, la agudeza cercana permaneció significativamente asociada con el inicio del sueño.
Dado que el uso de medicación para dormir conlleva un riesgo significativo de caídas y otros resultados adversos en adultos mayores, los hallazgos resaltan las vulnerabilidades y comorbilidades asociadas con la discapacidad visual. "Muchas personas con dificultades para dormir pueden no buscar atención médica, lo que podría llevar a un subregistro de problemas de sueño y sesgar las asociaciones con discapacidad visual", tal como apuntaron.
"Estudios futuros podrían aprovechar la tecnología wearable como herramienta de investigación accesible para recopilar medidas objetivas de los trastornos del sueño de forma longitudinal. Además, se deben realizar más investigaciones para evaluar la relación entre comorbilidades como las caídas y el deterioro cognitivo", concluyeron los autores.