37 CNOO, “las más apropiadas son las que cubren los laterales de los ojos porque evitan que entre la radiación solar”. Con unas gafas pequeñas, en cambio, “los párpados quedan muy al descubierto ante la radiación nociva”. Y en el caso de que el usuario haya sido sometido a alguna operación ocular, debe prestar un cuidado especial. Por ejemplo, “quien ha sido operado de cataratas debe proteger el interior del ojo, antes preservado por el cristalino”. Más allá del verano Casi la mitad de la población española solo utiliza gafas de sol en verano o, a lo sumo, los días soleados. Y si bien es cierto que el peligro a los rayos UV aumenta en esta época del año, los ópticos optometristas recuerdan que son necesarias durante las cuatro estaciones, incluyendo el invierno. “Aunque los rayos del sol estén más alejados de nosotros, en ciertas circunstancias, como durante la práctica de los deportes más populares de esta estación como el esquí o el snowboard resultan especialmente imprescindibles”, asegura el CNOO. Estos deportes se practican en alta montaña, y según aumenta la altitud, la atmósfera atenúa menos los rayos solares. Por tanto, son más intensos y más peligrosos para nuestra salud. Aunque no es necesario ascender miles de metros para tener en cuenta este hecho, “ya que, con tan solo 300 metros de ascensión, la intensidad de la radiación aumenta un 5 % en comparación con la que recibimos a nivel del mar”, exponen los expertos. De manera que protegernos de esta exposición es, si cabe, más importante en la montaña que en la playa, tanto si vamos a practicar algún deporte de invierno como si solo vamos a dar un paseo o jugar con la nieve, e incluso en los días nublados. Los ópticos optometristas indican que “exponerse al sol sin protección durante la práctica de deportes de nieve puede originar importantes quemaduras en la córnea, retina y cristalino, provocando queratoconjuntivitis, úlceras crónicas y la aparición prematura de cataratas”. Además, algunos dolores intensos de cabeza, conjuntivitis y fotofobias anormales (intolerancia y temor anormal a la luz), están producidos directamente por la utilización de gafas que no disponen de los filtros adecuados para evitar el paso de la radiación ultravioleta a los ojos. “Estas lesiones no aparecen enseguida, sino después de algunos años y en la mayoría de los casos son irreversibles”, señalan. A la alta radiación a la que nos exponemos en la montaña hay que sumarle la presencia de nieve que provoca un ‘efecto espejo’. Esta refleja más del 80 % de la luz solar, incluida la radiación ultravioleta. “Cuando esquiamos, gracias al uso de la máscara, este efecto no llega a nuestros ojos, pero cuando simplemente andamos en un entorno donde hay nieve no somos conscientes de este reflejo, por lo que podemos pasar varias horas recibiendo esta radiación intensa en nuestros ojos, sin darnos cuenta de lo perjudicial que puede resultar”, avisan los profesionales. En este entorno de nieve y alta montaña, asimismo, existen otros agentes que también pueden impedir que veamos correctamente e incluso que se produzcan daños en los ojos. Por ejemplo, el viento. “Cuando este impacta sobre la cara favorece la sequedad ocular. Además, si se combina con la presencia de nieve es muy probable que partículas y pequeños cristales de hielo entren en los ojos, algo que se debe evitar porque incluso pueden dañar la córnea”, sostienen los especialistas del Colegio Nacional de Ópticos. ¿Deben usar gafas de sol los niños? La respuesta a esta cuestión que puede inquietar a los padres es un rotundo sí. “Los niños están mucho tiempo al aire libre, lo que facilita que reciban una mayor cantidad de radiación solar que los adultos. Por ello, al igual que estos, deben usar gafas de sol para proteger sus ojos frente a las radiaciones ultravioletas. Además, ayudan a evitar que algún cuerpo extraño pueda entrar en ellos (por ejemplo, arena)”, desarrollan desde la Asociación Española de Pediatría (AEP). Dicho esto, ¿cuándo es el momento de que empiecen a llevarlas? “Aunque nunca es muy pronto para que un niño, incluso un bebé, utilice gafas de sol, durante los primeros meses es difícil que las tolere”, aclaran los pediatras. Con lo cual, a esta edad, las capotas de los cochecitos y sillas, así como el uso de sombreros, pueden ayudar y ser suficientes para proteger los ojos de los lactantes. Es a partir del primer año, cuando el niño ya camina, el momento de que empiece a usar gafas de sol, “pues no olvidemos que aunque las gorras o sombreros pueden proteger de la radiación directa en el ojo, no los mantienen a salvo de la parte de la radiación que se refleja en el suelo, la arena, la nieve o el agua”, afirma la AEP. Al igual que en los adultos, al elegir unas gafas de sol infantiles deben primer otros factores más allá del diseño, siempre acudiendo a establecimientos especializados, las ópticas, donde pueden ayudar a escoger con el mejor criterio las que mejor se adapten al niño. Por lo general, tienen que ser del tamaño adecuado, realizadas con materiales resistentes, y a la vez flexibles (TR90 o nylon), ligeros y seguros. El CNOO aconseja las lentes de policarbonato debido a su elevada resistencia. De hecho, “el policarbonato, término genérico para referirse a un material al que cada fabricante le otorga un nombre distinto, también se utiliza en gafas protectoras y deportivas, así como en la modalidad de cristales al aire, en la que las lentes se unen directamente a las varillas mediante dos puntos de sujeción”, revela. Asimismo, deben llevar filtros adecuados (categoría 3) para bloquear la mayor parte de la radiación solar. Y, por último, hay que fijarse en la etiqueta, donde debe aparecer el símbolo CE que indica que se ajustan a la normativa europea. En cualquier caso, concluye la asociación pediátrica, “es también muy importante explicar a los niños que no deben mirar fijamente al sol”. EL COLOR DEL FILTRO NO ES INDICADOR DE LA PROTECCIÓN A LA RADIACIÓN SOLAR DE LAS LENTES
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