IM OPTICAS nº 22

31 tivamente en la autonomía de quienes la padecen. Adonay Viera Romero, gerente de la Fundación, explica que “mientras que la ceguera legal la considera la Organización Mundial de la Salud como toda aquella patología que ocasionan algunos parámetros visuales de hasta 10 % de visión, la baja visión abarca del 10 % hasta el 30 %”. Este rango implica que los afectados aún tienen capacidad visual, aunque bastante limitada. “A partir del 10 % y hasta el 30 % de visión, una persona con baja visión tiene una función visual que puede ser aprovechada con las estrategias adecuadas”, detalla. Un colectivo ‘en tierra de nadie’ La Fundación ONCE Baja Visión surge de la necesidad de abordar las carencias en la atención a este colectivo de personas. La experiencia acumulada por la ONCE a lo largo de toda su trayectoria, atendiendo y ofreciendo servicios especializados a personas con ceguera legal, les permitió identificar que las personas con baja visión estaban en “tierra de nadie”. El gerente señala que el colectivo “no recibía respuestas adecuadas ni por parte de entidades públicas ni privadas, a pesar de que sus dificultades visuales afectan significativamente su vida cotidiana”. A raíz de esta situación nació la Fundación que, dada la experiencia de la ONCE en la atención a personas con ceguera legal, tiene “la capacidad para dar respuesta a las personas con baja visión”. Así, la Fundación se originó con la intención de “apoyarles en la mejora de su calidad de vida, asegurándonos de que puedan vivir de manera más autónoma y confortable, pese a las dificultades visuales que enfrentan”. Necesidades no cubiertas Según el experto, el principal reto que enfrenta la población con baja visión es el “desconocimiento general sobre las soluciones que existen”. En una sociedad que valora la visión como la principal herramienta para acceder a la información, las personas con baja visión suelen enfrentarse a retos diarios. “Cuando vivimos en una sociedad que está planteada para ver, para que la información nos llegue a nivel visual, las personas con baja visión se encuentran con barreras que no siempre son evidentes”, advierte. Asimismo, muchas personas no tienen conocimiento de las estrategias que pueden implementar para facilitar su vida cotidiana. “Por ejemplo, muchos no saben que los dispositivos tecnológicos se pueden adaptar para mejorar su accesibilidad”, asegura, añadiendo que “a un teléfono móvil o a un ordenador se les pueden aplicar muchas mejoras para manejarlo con autonomía, a pesar de la pérdida de visión”. El profesional también menciona que “cuestiones tan sencillas como tener la casa organizada de forma que los objetos siempre estén en el mismo sitio, pueden facilitar mucho la vida diaria”. Otro aspecto fundamental es la falta de conciencia sobre las dificultades visuales hasta que no se presentan soluciones específicas. “Las personas con baja visión saben que tienen un problema, pero no siempre tienen identificadas las soluciones adecuadas para mejorar su día a día”, agrega. Es aquí donde la Fundación juega un papel esencial, ayudando a las personas a “identificar esas necesidades y buscar estrategias que les permitan ser más autónomos en su vida cotidiana”. Recursos digitales y personalizados La organización ha diseñado un modelo basado en recursos digitales, una decisión que responde tanto a la accesibilidad como a la flexibilidad que el mundo digital ofrece. “A través de nuestro portal privado, ofrecemos guías y recursos prácticos adaptados a las personas con baja visión”, puntualiza. Estos recursos abarcan áreas como el entrenamiento visual y la adaptación de tecnologías accesibles. Viera afirma que se centran en “ofrecer información sobre cómo afrontar la pérdida de visión y cómo gestionar el impacto emocional”. Este enfoque está en constante evolución porque la Fundación se adapta a las nuevas necesidades que van identificando. “Las personas que actualmente están registradas como beneficiarias tendrán acceso no solo a los recursos que ya tenemos disponibles, sino también a nuevos recursos que surjan conforme detectemos más necesidades y recibamos retroalimentación de los beneficiarios”, subraya. Relevancia del entorno social y familiar Por otro lado, el entorno de las personas con baja visión, tanto familiar como social, es esencial para su bienestar y autonomía. Tal y como indica el gerente de la Fundación, “el entorno puede ser la diferencia entre una persona completamente autónoma y una persona totalmente dependiente”. En este sentido, las familias pueden contribuir sin querer a la dependencia, a pesar de sus buenas intenciones, ya que “el exceso de protección puede limitar la autonomía de la persona afectada”. Viera hace hincapié en que “a veces, para alcanzar un mayor nivel de autonomía, es necesario asumir ciertos riesgos”. Sin embargo, dice que “estos riesgos, cuando son asumidos, permiten que la persona con baja visión pueda vivir de manera más independiente y controlada”. Colaboración con profesionales A su vez, la Fundación colabora estrechamente con diversos profesionales, desde oftalmólogos hasta psicólogos, para ofrecer un enfoque integral en la atención. “El contacto con el mundo de “LAS PERSONAS CON BAJA VISIÓN ESTÁN EN TIERRA DE NADIE, SIN RESPUESTA POR PARTE DE NINGUNA ENTIDAD PÚBLICA NI PRIVADA”

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