IM OPTICAS nº 22

49 que deben aplicarse con frecuencia. Los pacientes necesitan visitar al oftalmólogo cada poco tiempo, lo que supone una carga asistencial importante, tanto para el sistema sanitario como para el propio paciente. Por este motivo, la investigación trabaja en dos direcciones, en fármacos de mayor duración y sistemas de liberación continua. Ya hay moléculas en fase final de evaluación que permitirían espaciar las inyecciones hasta cada 16 semanas. E incluso dispositivos implantables, como el Port Delivery System, que libera el medicamento de forma constante durante meses. Posiblemente, uno de los descubrimientos recientes más prometedores venga de la mano de una proteína llamada IRAK-M, una sustancia autorreguladora que resulta fundamental para proteger el epitelio pigmentario de la retina. Es decir, un manto de células que ejerce una labor fundamental para mantener sana esta parte del ojo. Investigadores de la Universidad de Bristol, el Instituto de Oftalmología de Londres y Cirrus Therapeutics dieron a conocer hace casi un año que habían encontrado que potenciar esta proteína en las células retinianas podría ofrecer una nueva vía terapéutica para la DMAE. Según la revista Science Translational Medicine, este enfoque sería independiente de las vías actuales y abre la puerta a tratamientos más integrales y efectivos. En el estudio, los investigadores relacionaron las causas de la inflamación crónica causada por el envejecimiento con la disminución de esta proteína IRAK-M. Observaron que aquellos mamíferos que carecían del gen IRAK3, que codifica la proteína inhibidora IRAK-M, sufrían cambios en la función de la retina. Comprobaron que esta proteína disminuye con la edad, especialmente en el epitelio pigmentario de la retina, y que esta disminución era más pronunciada en las personas con degeneración macular relacionada con el envejecimiento. Después, encontraron que el aumento de los niveles de la proteína IRAK-M a través de la administración de genes específicos del epitelio pigmentario de la retina no solo contribuye a proteger contra los efectos del envejecimiento y del estrés oxidativo sino que también reduce la degeneración de la retina. Todos estos resultados llevaron a sus promotores a afirmar que el aumento de la proteína IRAK-M puede convertirse en el futuro en una estrategia de tratamiento para la degeneración macular relacionada con la edad, tras constatar que la disminución gradual de los niveles de esa proteína puede actuar como un potencial marcador de progresión temprana de la enfermedad. También IA Otra de las grandes apuestas de futuro pasa por la inteligencia artificial (IA). Ya se está utilizando para analizar imágenes retinianas con mayor precisión y predecir cómo evolucionará la enfermedad en cada paciente. Esto facilita personalizar el tratamiento y optimizar recursos, ayudar a tomar mejores decisiones clínicas y anticiparse a los cambios que se produzcan. Por otro lado, los datos genómicos harán que se pueda personalizar aún más el tratamiento. Con todo, la DMAE sigue siendo una enfermedad sin cura que, gracias a los avances científicos y tecnológicos, hoy se puede diagnosticar antes y tratar mejor. Prevenir, detectar y cuidar son pilares fundamentales en ella. El doctor Carlos Crespo, jefe del Servicio de Farmacia / Área Sanitaria Pontevedra de O Salnés, insistió, en el encuentro Mirando juntos al Futuro en que el enfoque multidisciplinar de enfermedades como esta, “con la colaboración de oftalmólogos, farmacéuticos hospitalarios, optometristas, enfermeros, así como personal no sanitario como administrativos y celadores”, hace que se mejore la calidad de la atención de los pacientes. Tipos y estadios Existen dos formas principales de DMAE: seca (atrófica) y húmeda (neovascular). La forma seca es más común (80 % de los casos) y progresa más lentamente. En las etapas iniciales puede no presentar síntomas evidentes. Sin embargo, con el tiempo puede llevar a un deterioro significativo de la visión central, pudiendo conducir a una pérdida importante de la agudeza visual si no se detecta y gestiona adecuadamente. Generalmente afecta a ambos ojos, aunque puede progresar de manera desigual entre ellos. Se caracteriza por la acumulación de drusas, pequeños depósitos amarillentos en la mácula, que son residuos derivados del metabolismo celular alterado en la retina. La húmeda es menos común, pero puede causar una pérdida de visión más rápida y severa. Su impacto es severo debido a la afectación del campo visual central. En los casos más avanzados puede derivar en una pérdida completa de visión en esa área. Se caracteriza por el crecimiento de vasos anómalos (neovasos), que exudan líquido y sangre en la retina. Estos neovasos pueden provocar edemas, originar hemorragias (que pueden progresar hacia la formación de tejido cicatricial, fibrosis) e incrementar el riesgo de desprendimiento del epitelio pigmentario de la retina (una complicación grave). Desde un punto de vista clínico, el estudio Age-Related Eye Disease Study (AREDS) clasifica la DMAE en tres estadios en función del tamaño de las drusas y de la presencia de alteraciones pigmentarias. Se puede diferenciar entre DMAE precoz, si el paciente presenta drusas medianas sin alteraciones pigmentarias; DMAE intermedia, si el paciente presenta drusas grandes y/o alteraciones pigmentarias; y DMAE tardía o avanzada, si presenta atrofia geográfica o neovascularización. ES EL PRINCIPAL MOTIVO DE PÉRDIDA DE VISIÓN GRADUAL EN PACIENTES MAYORES DE 55 AÑOS EN ESPAÑA

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