IM OPTICAS nº 22

69 Comisión de Audiología de la SEORL-CCC. Y lo primero que queremos saber es si somos un país ruidoso. La respuesta es demoledora: “Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), España es el segundo país más ruidoso del mundo, solo por detrás de Japón. Los españoles, en general, consideran que la población en la que residen es ruidosa, principalmente, a consecuencia del tráfico, uno de los ruidos más desagradables. Además, la población de las grandes ciudades está expuesta a ruidos como los de las obras, aviones, ferrocarriles o las formas poco respetuosas y muy extendidas de ocio nocturno como puedan ser bares, pubs y discotecas”, matiza. A lo que se une el hecho de que el 30,5 % de los hogares españoles declara sufrir molestias por ruidos generados en el exterior de sus viviendas, mientras que la mitad de los españoles señala al ruido como principal condicionante de su descanso nocturno, aunque solo un 7 % utiliza tapones para dormir, según una reciente encuesta de GAES sobre hábitos de cuidado auditivo. Pero además de la molestia en sí, la sobreexposición constante a esa contaminación acústica no solo puede provocar pérdida de la audición e incapacitación para la comunicación personal y la sociabilización. El ruido, tal y como nos indica la doctora Lavilla, también tiene otros efectos negativos en nuestra salud alterando nuestro bienestar. Por ejemplo, incrementa el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares, aumenta el riesgo de padecer HPT, angina de pecho e infarto de miocardio; nos produce insomnio, lo cual, disminuye el rendimiento y el estado de alerta, favoreciendo los accidentes; nos altera y nos pone irritables, estresados y genera problemas psicológicos. “También dificulta el aprendizaje, disminuye la atención, motivación, concentración y memoria, incluso en niños. Tanto es así, que científicamente se alerta de que el ruido puede acortar nuestra vida. La OMS ha calculado que, por culpa del ruido, cada año los europeos perdemos 1,6 millones de años de vida saludable, es decir, años potenciales de vida perdidos”. Prevención, punto clave Un ruido que no solo afecta a las ciudades de nuestro país. Se estima que una tercera parte de la población mundial y el 75 % de los habitantes de ciudades industrializadas padecen algún grado de sordera o pérdida auditiva causada por la exposición a sonidos de alta intensidad. Como señalábamos antes, el nivel de ruido recomendado por la OMS para garantizar nuestra salud es de 65 dB, mientas que la Unión Europea lo establece en 55 decibelios diurnos y 45 nocturnos. Por ello, con una exposición superiora 85 dB ya existe riesgo de pérdida auditiva (si dicha exposición se repite en el tiempo), y por encima de 100 dB existe riesgo de pérdida auditiva inmediata. “Además, una exposición a 80 dB durante más de ocho horas al día, es decir, una jornada laboral, requiere de protección auditiva para no ser lesiva”, concluye. Como nos comenta la doctora y presidenta de la Comisión de Audiología de la SEORL-CCC hay que diferenciar entre el traumatismo acústico agudo y el traumatismo acústico crónico. El primero consiste en la pérdida auditiva repentina causada por la exposición a un ruido único de muy corta duración, pero de muy alta intensidad, es decir, ruidos de tipo impulsivo, como por ejemplo, una explosión, disparos de armas, petardos, etc. “Por debajo de los 85 dB no hay riesgos y por encima 115 DB siempre hay daño, aunque sea por una exposición muy corta. Entre los 85 y 115 dB influyen numerosos factores, como la susceptibilidad personal, el carácter del ruido y de la exposición. Y un ruido de 140 dB ya es el umbral del dolor”. Por su parte, el traumatismo acústico crónico se refiere a la hipoacusia inducida por ruido y que corresponde a la pérdida auditiva continua, permanente y acumulativa, de origen neurosensorial, que se desarrolla gradualmente a lo largo de los años, como consecuencia de la exposición a niveles perjudiciales de ruido ambiental o laboral de tipo continuo o intermitente, de intensidad relativamente alta. “El ruido puede dañar nuestra audición de manera permanente e irreversible y lo hace en función de dos factores: la intensidad a la que nos expongamos y el tiempo de exposición. Existiendo, asimismo, un factor de predisposición individual muy importante”, destaca. Lo ideal para cuidar nuestra salud auditiva sería poner en práctica una serie de medidas preventivas, “porque hay que destacar el importante papel de la prevención. La pérdida de audición producida por la edad es, en algunos casos, inevitable, pero sí podemos influir en que el deterioro sea menor o más lento”. ¿Cómo? “Sobre todo, evitando la exposición al ruido. Asimismo, enfermedades cardiovasculares y sus factores de riesgo, como la hipertensión, hipercolesterolemia, obesidad, diabetes mellitus, entre otras, pueden afectar a la audición. Por eso, el mantenimiento de una buena salud y buenos hábitos, además de la realización de ejercicio físico, pueden reducir la afectación de la audición en un futuro”, destaca. Por otro lado, es importante resaltar que la prevención también incluye evitar, “en la medida de lo posible”, la ingesta de medicamentos de uso cotidiano, que, tomados de manera prolongada, dañan la audición. Es el caso de algún tipo de antiinflamatorios (antiinflamatorios no esteroideos), el paracetamol y la aspirina. Como tercera medida de prevención, la doctora María José Lavilla subraya el hecho de recurrir a ayudas auditivas (como es el caso de los audífonos), en cuanto el problema empieza, ya que ayuda a mantener el cerebro estimulado y que se pierda la menor audición posible. “DEBEMOS EVITAR RUIDOS IMPULSIVOS, ES DECIR, LOS RUIDOS ÚNICOS, DE MUY CORTA DURACIÓN, PERO DE MUY ALTA INTENSIDAD”

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