IM OPTICAS nº 5

8 EL ÓPTICO OPTOMETRISTA ““EL ÓPTICO VENDE GAFAS, COMO PODÍA VENDER ZAPATOS Y, SALVO PERSONAS CON NECESIDADES VISUALES IMPORTANTES, NO SE VALORA EN NADA, NI EL CONSEJO NI LAS RECOMENDACIONES DEL PROFESIONAL” David González Óptica Miró de Ribadeo (Lugo) David González Miró es la tercera generación de gerentes de Óptica Miró de Ribadeo. Como él mismo nos cuenta, “mi abuelo abrió una relojería antes de 1945 y poco a poco fue metiéndose en lo de vender gafas. Después fue mi padre, que ya estudió en Madrid una carrera que empezaba. Y luego yo, que estudié el primer año que se cursó Óptica en Santiago”. En estos más de 75 años de experiencia de su establecimiento, la profesión ha cambiado mucho. David González lo conoce de primera mano, lo ha mamado desde que veía desde fuera a su abuelo. “Para el cliente, ahora somos vendedores. No todos, obviamente. Pero sí para la mayoría. El óptico vende gafas como podía vender zapatos y, salvo personas con necesidades visuales importantes, no se valora en nada, ni el consejo ni las recomendaciones profesionales”, asevera. David González se encarga del gabinete, la graduación de la vista, lentes de contacto y demás, mientras que su compañera atiende al cliente y el taller. Lo más demandado es, sobre todo, “calidad visual a partir de los 45-50 años”, explica. Aunque también cuentan con otros productos que les han ocasionado alguna que otra anécdota, como cuenta este óptico. “Es gracioso lo mucho que sabe la gente de todo. Ya sabe que se dice, que los españoles somos todos políticos y entrenadores de fútbol. Pues hace poco vino un señor, experto en prismáticos, salió a probarlos fuera y se quejó de que no funcionaban. Y es que los tenía al revés”, explica. Anécdotas aparte, David González se pone serio al hablar de hacia dónde se dirige el mundo de la óptica en el futuro. Para él, “al cierre, no. Porque obviamente siempre habrá necesidades visuales. Pero casi”. Y pone ejemplos: “Las gafas de sol se han acabado. Por internet se pueden comprar a unos precios imposibles de competir, pocos euros por encima del precio de coste. Y en cuanto al graduado, si le vendo a un cliente dos gafas más por un euro, ¿cuántos clientes necesito que vengan ami óptica de pueblo, de unos 6.000 habitantes, para que me dé paramantener abierto el negocio?”. Por todo ello, cree que deberían cambiar muchas cosas en su profesión. A este respecto, señala, “primero de todo, el óptico debería estar en la sanidad pública. Esto haría que la gente lo viera como un profesional de la salud, haciendo que aumentará así su valoración. Además, mejoraría la calidad de la atención médica, ya que, ahora mismo, en lo tocante a la salud visual, deja mucho que desear”. Y no solo eso. David González también hace una reflexión sobre el papel del óptico y el empresario óptico. Para él, tanto uno como otro, “deberían guiarse por la calidad del producto que venden y no por lo barato que sea”. Una cuestión que considera “difícil” de gestionar por las exigencias del mercado y las demandas de los clientes.

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